El Rincón de la Ciencia, Tecnología y el Conocimiento

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Publicado por El Rincón de la Ciencia, Tecnología y el Conocimiento en Jueves, 21 de julio de 2016

FRASES DE CIENCIA

miércoles, 9 de noviembre de 2011

El olfato del gato, siete vidas con un solo sentido

De los gatos se dice que tienen siete vidas, en el sentido de que son supervivientes natos. Su flexibilidad física, su agilidad y su capacidad para estar alertas están entre esas características que interpretamos como parte de sus atributos naturales para sobrevivir con ventaja.


Sin embargo, nos equivocamos, de todas todas. El verdadero arma para la supervivencia del gato está oculta, no se ve, ni siquiera se adivina porque no es evidente. Su arma está en su lengua. Hablamos del peculiar olfato del gato, el llamado órgano de Jacobson, un sistema biológico formado por receptores químicos que el gato mantiene en su lengua y con el que literalmente huele, olfatea su entorno, y efectivamente obtiene una ventaja sustancial fruto de su evolución como especie.

Es cierto que un tipo similar de ese órgano, dimensionado, lo tienen ciervos y caballos, pero la forma en la que lo emplea el gato es totalmente diferente y se relaciona con su comportamiento, con su anatomía y como complemento de otros órganos sensoriales, como la vista.

Porque, aunque parezca difícil de creer, el gato no ve tan bien como creemos, no tiene la vista de lince que le atribuimos. El gato ve en un ángulo muy estrecho de visión, aunque puede detectar movimiento con muy poca luz o con nada de luz.

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Para que nos entendamos, ve formas verdosas con apenas un poco de luz, pero no con la claridad con la que lo hacemos nosotros los humanos con mejor iluminación. Sin luz, su vista mermada, siempre es mejor que la nuestra. Precisamente, el desarrollo del órgano sensorial de Jacobson cubre o completa esas lagunas de su sentido de la vista.


Y si es así, ¿cómo huele el gato? Los olores le llegan al gato por el aire, formando moléculas que detecta con ese olfato particular. Pero no es que huela a carne de pollo o pescado, lo que huele el gato son los componentes químicos de los aminoácidos contenidos por esas carnes, la química dominante, lo que le permite diferenciar a unas de otras.

El gato olfateará la proporción de fósforo, de hierro o de azufre de esos aminoácidos y se hará una idea de qué tipo de carne es la que tiene cerca. Todo, utilizando su memoria, sus recuerdos sobre la misma experiencia.

Los prodigios del olfato del gato no acaban aquí. El animal percibe en la lengua esos agentes químicos que ha de trasladar a la entrada del órgano que los tiene que detectar, para ello ha de presionar la lengua sobre la parte de atrás de la boca.

Ese gesto se conoce como efecto Flehmen y es ese extraño guiño que hacen los gatos que sus cuidadores encuentran tan gracioso y que parece una mueca o una sonrisa bastante rara. El gato sólo está oliendo la química de su entorno, los guiños humanos son imaginación nuestra. El gato sólo quiere comer y comer bien, y eso es algo muy serio.

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