La mayoría de los investigadores creen que la comunicación científica no se valora como debería
CARLOS MARINA
La cultura popular, influenciada por la imaginería del cine y la literatura, suele presentar a los científicos como personas extravagantes con potentes inteligencias cuyo trabajo nunca se llega a comprender. Y aunque se han elaborado multitud de estudios enfocados a conocer la reacción del ciudadano ante la ciencia, no son tantos los que preguntan a los científicos.
¿Se sienten ellos valorados cuando transmiten sus conocimientos?
La divulgación de la ciencia es vista por una gran parte de la propia comunidad científica como “una actividad de segunda categoría frente a la investigación”, asegura María José Martín Sampere, directora del equipo de investigadores del CSIC que han elaborado un estudio sobre el papel de los científicos en la comunicación de la ciencia y la tecnología.
Sus autores pretenden incentivar la divulgación de la ciencia y “acercar su entorno al ciudadano”. Para ello han entrevistado a 173 investigadores del CSIC y 203 del ámbito universitario que participaron en la Feria de la Ciencia de Madrid entre los años 2001 y 2004. Los resultados están recogidos en el libro titulado Papel de los científicos en la comunicación de la ciencia y la tecnología a la sociedad: actitudes, aptitudes e implicación, editado por la Comunidad de Madrid.
La principal conclusión a la que llega el estudio es que, aunque la mayoría de los investigadores dedica parte de su tiempo a divulgar, motivados por el deseo de despertar el entusiasmo por la ciencia y aumentar el reconocimiento social del investigador, creen que los frutos que recogen no son los que merecen.
Cuatro de cada cinco entrevistados participa habitualmente en actividades de divulgación, y la mayoría afirma estar bastante o muy motivado. Pero cuando se les pregunta por la razón fundamental por la que sus colegas no se implican, el 64% opina que es por la escasa valoración y reconocimiento de la participación en la Feria y, en general, en actividades relacionadas con divulgar.
En el ámbito científico es más valorado el trabajo del que profundiza en un campo del conocimiento o propone una teoría que el que transmite el conocimiento al ciudadano, a pesar de que ambas actividades son igual de necesarias. Otro problema es el exceso de trabajo.
En opinión de Jesús Rey-Rocha, uno de los autores del estudio, “las obligaciones son muchas y divulgar pasa a ser una actividad que se realiza durante el tiempo libre”.
Entonces, ¿cuál podría ser la solución para potenciar la comunicación de la ciencia al público? El estudio propone varias. Casi la mitad de los entrevistados prefiere que la divulgación vaya acompañada de una buena valoración por parte de los organismos y de la comunidad científica, antes que percibir algún tipo de beneficio económico. No obstante, en esto último hay división de opiniones entre el personal temporal (becarios predoctorales, profesores no titulares) y el permanente (catedráticos y profesores titulares). Los primeros están más a favor de que les paguen. Y en tal caso, “habría que ver si la remuneración tendría algún efecto en la calidad de la información”, opina Rey-Rocha. Aumentar la financiación de las actividades de divulgación es también una iniciativa muy popular, que cuenta con el respaldo de aproximadamente dos tercios de los entrevistados.
Además, los autores del estudio aseguran que se están impulsando otras iniciativas para apoyar la divulgación. Martín Sampere asegura que en España “se está tratando de crear la especialidad de periodista científico”, algo muy extendido en Estados Unidos. Esto supondría un importante vehículo para propagar conocimientos, ya que los resultados del estudio muestran una escasa presencia de los investigadores en los medios de comunicación; aunque, por otro lado, la implicación de los medios en la ciencia está bien valorada por más de la mitad de los entrevistados. Rey-Rocha teme que la opción opuesta, especializar a los científicos en comunicación, tenga el peligro de destacar más el “sesgo de segunda categoría en esos científicos”.
Los loros tienen las mismas capacidades cognitivas que un niño de tres años
Los papagayos grises (Psittacus erithacus), que viven en plena selva africana, son capaces de razonar de forma lógica de forma similar a como lo hacen los grandes simios y los niños humanos de tres años de edad, según un estudio austriaco y alemán que publica la revista Proceedings of the Royal Society Ben su última edición.
Para llegar a esta conclusión, Judith Schmidt y sus colegas utilizaron dos pequeñas cajas de plástico opacas, una llena de comida y la otra vacía.
Al agitar las cajas, comprobaron que los pájaros deducían que el recipiente que sonaba era el que contenía los frutos secos.
Si sólo agitaban el recipiente vacío (que no producía sonido alguno) también deducían inmediatamente que no era aquel sino el otro el que contenía la comida, y se dirigían rápidamente hacia él.
En definitiva, los papagayos grises encontraban la comida con la misma velocidad, agitando de forma horizontal los dos vasos o solo uno de ellos.
Los seres humanos no son capaces de hacer este tipo de razonamiento lógico antes de cumplir los tres años de edad.
A diferencia de los papagayos, los primates no simios alcanzan esta habilidad sólo tras someterse a un intenso entrenamiento, aclararon los científicos en el reporte.
Alex (1976-6 de septiembre de 2007) fue un loro gris africano y objeto de un experimento durante treinta años (1977 - 2007) por parte de la psicólogo animal Irene Pepperberg, inicialmente en la Universidad de Arizona y más tarde en Harvard y en la Universidad Brandeis. Irene Pepperberg compró a Alex en una tienda de mascotas ordinaria, cuando el loro tenía aproximadamente un año de edad. El nombre de Alex es una sigla del inglés "Avian Learning EXperiment" (Experimento de Estudio Aviario).
Antes del trabajo de Pepperberg con Alex, la comunidad científica creía que los pájaros no eran inteligentes y sólo podían usar palabras por imitación, pero los logros de Alex indican que los pájaros podrían ser capaces de decidir a un nivel básico y utilizar palabras de uso frecuente creativamente. Pepperberg escribió que la inteligencia de Alex estaba a la par con los de delfines y la de los grandes simios. También dijó que Alex tenía la inteligencia de un niño de cinco años y que no había utilizado todo su potencial en el momento de su muerte. Dijo también que el pájaro tenía el nivel emocional de un niño de dos años en el momento de su muerte.
La muerte de Alex fue totalmente inesperada, la vida promedio del loro gris africano es de unos cincuenta años. Alex parecía sano el día anterior y fue encontrado muerto por la mañana. La causa de muerte es desconocida. Según un comunicado de prensa emitido por Fundación Alex, "Se había diagnosticado que Alex tendría buena salud en su más reciente reconocimiento físico anual, unas dos semanas antes de su muerte. Según el veterinario que realizó la autopsia, no había ninguna causa obvia de muerte." Según Irene Pepperberg, la pérdida de Alex no detendrá la investigación, pero será un gran contratiempo. El laboratorio tiene dos aves más, pero sus habilidades no se acercan a las de Alex.
Alex quien fue estudiado durante sus 31 años de vida, brindo un gran legado al investigación de estas aves. Alex era capaz de imitar muchísimas voces, seleccionar figuras del mismo tipo y color entre un grupo variado y resolver rompecabezas simples, entre otras cualidades.
Alex: El loro
inteligente (Irene Pepperberg)
Alex
fue un loro gris africano y objeto de un experimento durante treinta años
(1977-2007) por parte de la psicóloga animal Irene Pepperberg, inicialmente en
la Universidad de Arizona y más tarde en la Universidad de Harvard y en la
Universidad Brandeis. Irene Pepperberg compró a Alex en una tienda de mascotas
ordinaria, cuando el loro tenía aproximadamente un año de edad. El nombre de
Alex es una sigla del inglés Avian Learning EXperiment. Antes del trabajo de
Pepperberg con Alex, la comunidad científica creía que los loros no eran
inteligentes y sólo podían usar palabras por imitación, pero los logros de Alex
indican que los loros podrían ser capaces de decidir a un nivel básico y
utilizar palabras de uso frecuente creativamente. Pepperberg escribió que la
inteligencia de Alex estaba a la par con la de los delfines y la de los grandes
simios. También dijo que Alex tenía la inteligencia de un niño de cinco años y
que no había utilizado todo su potencial en el momento de su
muerte.
Si no estás dispuesto a equivocarte, nunca llegarás a nada original. Ken Robinson
Actualmente nuestro sistema educativo sigue teniendo sus bases en el que se inventó en la revolución industrial. Una "educación" ideada mas que para ayudar a crear personas plenas, creativas, pensantes y críticas, para fabricar peones que sirvan de pieza para la maquinaria industrial y económica.
Por culpa de tener estas bases, el sistema educativo sigue basándose en jerarquías de todo tipo.
Tenemos jerarquías en el profesorado, jerarquías entre alumnos, y hasta en las asignaturas.
Estas últimas, las jerarquías entre asignaturas, están muy relacionadas con el capitalismo, ya que se da prioridad a aquellas asignaturas que representan un camino (en teoría) más corto para conseguir un trabajo que aporte mucho dinero. Por tanto, se ponen por encima las matemáticas, la física y la lengua, más abajo las ciencias sociales y en último lugar el arte, la educación física, la ética, la filosofía, etc... Campos de la educación que deberían de ser tomados mucho más en serio de lo que se hace hoy en dia debido a esta viciada y retrógrada jerarquía.
En los peores casos, los niños y jóvenes son obligados a llevar uniformes como en el ejército, a cantar canciones patriotas o ideológicas y a ponerse en pié y saludar al profesor al inicio de cada clase.
La realidad es que el mundo ha cambiado mucho desde la revolución industrial, y cada vez resulta más claro que es necesario cambiar las bases.
Cada dia hay más alumnos que pierden el interés en los estudios, fracasos escolares y talentos ocultos que quizás nunca se llegan a descubrir, o que se quedan enterrados bajo la presión del sistema de educación.
Hace falta un sistema educativo sin jerarquías de ningún tipo, que deje salir lo mejor de cada individuo, que no coaccione, que no imponga, y sobre todo, que no se base en adoctrinar ni en crear piezas que encajen en ningún sistema pre-establecido.
Nuestro sistema educativo es anacrónico.
En los últimos 50 años las esferas económica, cultural y personal han dado un vuelco en el mundo entero. Y sin embargo, los sistemas educativos no han movido un ápice sus programas y sus objetivos. ¿Por qué se aburren los niños y niñas en el colegio? ¿Por qué llegan al mundo adulto sin tener idea de sus propios talentos y capacidades? El líder en educación y creatividad Ken Robinson llama en este programa de Redes a demoler una educación nacida para y por las sociedades industriales. La sociedad de la información actual necesita jóvenes creativos y motivados.
Eduard Punset y sus invitados reflexionan sobre ello en este capítulo de "Redes para la Ciencia".
Redes para la Ciencia » Redes 87 El sistema educativo es anacrónico
El cerebro humano es un órgano extremadamente complejo, compuesto por unos cien mil millones de células nerviosas conectadas entre si y un número aún mayor de otros tipos de células. En el cerebro se encuentran, además, cientos de sustancias químicas que continuamente llevan a cabo diversas tareas. Se han llevado a cabo investigaciones que parecen apoyar la idea de que existen personas cuya química cerebral las predispone a entrar en estados depresivos. Esto no necesariamente entra en conflicto con las explicaciones de tipo psicológico. Debemos recordar que todos nuestros pensamientos y emociones tienen un fundamento en la química cerebral.
También sabemos que si bien la química cerebral influye sobre nuestras emociones, estados de ánimo y pensamientos, éstos también influyen y alteran nuestra química cerebral.
El estrés, el dolor, la pena, al igual que diversas enfermedades, producen cambios y variaciones en nuestra química cerebral. Los cambios hormonales, las deficiencias nutricionales al igual que ciertos medicamentos también pueden alterar la química cerebral. En la mayoría de las personas estas alteraciones tienden a regresar a la normalidad, tan pronto se remueven las circunstancias que las provocaron.
En el cerebro de las personas deprimidas, sin embargo, estos cambios, en lugar de revertir al estado anterior, tienden a perpetuarse. Adquieren la capacidad de sostenerse por sí mismos sin necesidad de circunstancias externas que les sirvan de disparador y de ese modo continúan, aún cuando se remueva la circunstancia que les dio inicio. En algunos casos ni siquiera es posible identificar una circunstancia que haya servido de disparador.
Se ha postulado que en la persona deprimida la alteración de la química cerebral continúa durante largo tiempo. El estado depresivo resultante causa problemas tales como: falta de concentración, dificultades para dormir y para funcionar en el trabajo, al igual que problemas familiares que crean en la persona un estado de estrés. Ese estrés, a su vez, sirve para perpetuar o incluso, incrementar, la alteración de la química cerebral. De este modo la persona deprimida se encuentra encerrada en un estado de desesperanza del que no parece haber salida.
Afortunadamente, este estado parece ser uno auto-limitado. Tras un periodo que puede fluctuar entre seis meses y unos tres años comienza a producirse un retorno a una química cerebral normal, aun cuando la persona no haya recibido tratamiento. Sin embargo, en ese tiempo la depresión, aparte del sufrimiento que provoca, puede haber causado enormes daños a la persona en su empleo, sus relaciones sociales y familiares y en numerosas otras áreas de su vida. Peor aún, puede ser que el retorno a una química cerebral normal nunca se produzca porque la persona se suicidó.
Hoy día, quienes investigan los aspectos bioquímicos de la depresión, concentran sus esfuerzos mayormente en los efectos de una serie de neurotransmisores (sustancias que sirven de mensajeras entre las células nerviosas). Se sabe que en el cerebro existen docenas de neurotransmisores, sin embargo, los que se estima están involucrados en la depresión pertenecen a una clase derivada de los aminoácidos (moléculas a partir de las cuales se construyen las proteínas). A éstos se les conoce como monoaminos y entre los mismos se encuentran: la serotonina, la norepinefrina y la dopamina.
Sobre los efectos de los dos primeros es que tenemos mayor abundancia de datos. El interés en estas sustancias surge a comienzos de la década de 1950, cuando algunos médicos observaron que muchos pacientes que eran tratados para problemas de hipertensión con una droga llamada reserpina, comenzaban a sentirse severamente deprimidos. Posteriormente se descubrió que este medicamento tenía el efecto de reducir los niveles de monoaminos.
En la década de 1960 Joseph J. Schildkraut de la universidad de Harvard postuló que la depresión era causada por una deficiencia de norepinefrina en ciertos circuitos cerebrales. Posteriormente se encontró que, de hecho, existe una relación entre los niveles de norepinefrina en el cerebro y la depresión. Sin embargo, también se ha encontrado que hay personas en las que una baja en los niveles de norepinefrina no provoca estados depresivos. Hallazgos como éstos hicieron pensar que en la depresión hay muchos más factores envueltos.
La serotonina
Ya en la década de 1960 se comenzó a investigar el papel de la serotonina en la depresión. Actualmente un gran numero de investigaciones van dirigidas a entender las funciones de esta sustancia en el cerebro. Estas investigaciones han llevado a pensar que la serotonina controla una serie de mecanismos cerebrales relacionados con nuestros estados emocionales. Las células que producen la serotonina en el tallo cerebral tienen conexiones con numerosas áreas del sistema nervioso, incluyendo aquellas que controlan los niveles de norepinefrina. También se conectan con áreas del cerebro relacionadas con las emociones, el deseo sexual, el sueño, el apetito y los procesos cognitivos. Las investigaciones han demostrado que las personas deprimidas poseen niveles bajos de serotonina en el cerebro. Los más bajos niveles se han encontrado en personas que se han suicidado o intentado suicidarse.
Aunque, indudablemente, la baja en los niveles de neurotransmisores como la serotonina y la norepinefrina están involucradas en la depresión, también existen otras sustancias cuyas altas o bajas pueden ser causantes de estados depresivos. Nos referimos a las hormonas. Las hormonas son sustancias secretadas por las glándulas endocrinas como la pituitaria, la tiroides o las adrenales, y cuya función es la de regular procesos tales como: el metabolismo, el crecimiento, y la reproducción.
La glándula pituitaria localizada en la base del cerebro ha sido llamada la glándula maestra o la glándula controladora. Esto a causa de que las hormonas que produce controlan las secreciones de otras glándulas. Una región del cerebro, adyacente a la pituitaria conocida como hipotálamo, segrega varias sustancias que, dependiendo de las circunstancias, estimulan la secreción de hormonas por parte de la pituitaria o la inhiben.
Se ha demostrado que las personas deprimidas presentan una respuesta pobre a las sustancias que estimulan la secreción de varias de estas hormonas, entre ellas la hormona del crecimiento y la hormona estimuladora de la tiroides.
Hormonas de estrés y depresión
Probablemente el aspecto hormonal que mayor atención ha recibido es el de la conexión entre las hormonas que regulan es estrés y la depresión. Cuando tenemos la necesidad de enfrentarnos a una situación que amenaza nuestra seguridad física o psicológica, el hipotálamo comienza a enviar señales hormonales a la pituitaria, que a su vez envía otras señales a las glándulas adrenales localizadas en la parte superior de los riñones. Las adrenales segregan una hormona llamada cortisol que sirve para preparar nuestro organismo para enfrentarse al peligro. Uno de los resultados de los cambios hormonales relacionados con el estrés es que el cerebro se ve invadido por una serie de sustancias químicas, que estimulan las áreas que tienen que ver con los estados emocionales e inhiben las que tienen que ver con la concentración y el pensamiento racional. La producción de serotonina se ve también afectada. Cuando esta situación se prolonga demasiado, el resultado es un estado de depresión, con cansancio crónico e incapacidad para concentrarse en las tareas cotidianas.
Depresión y atrofia cerebral
La teoría acerca de la química cerebral como causa de la depresión se convirtió en la más aceptada. Sin embargo, varios descubrimientos relacionados con el cerebro y las células nerviosas llevados a cabo a partir de la década de 1990 han hecho que se comience a pensar que dicha teoría es incorrecta o tal vez no explica la totalidad de lo que sucede en el cerebro de las personas deprimidas.
En algunos estudios se ha encontrado que la condición de las personas deprimidas no empeora cuando los niveles de serotonina presentes en el cerebro disminuyen. También parece ser que una reducción similar en el nivel de serotonina en el cerebro de las personas no deprimidas no las lleva a deprimirse. Se ha encontrado además que los medicamentos antidepresivos llevan a cabo en pocas horas la tarea de aumentar el nivel de serotonina en el cerebro. Sin embargo, los efectos benéficos, en cuanto a elevar el estado de ánimo y reducir los síntomas de la depresión, tardan por lo general varias semanas en producirse.
Cómo la depresión afecta al hipocampo y los lóbulos frontales del cerebro
Por otra parte se ha encontrado evidencia de que en el cerebro de las personas deprimidas se produce una reducción en el tamaño de algunas partes del cerebro, especialmente el hipocampo y los lóbulos frontales. Mientras más severa y/o más prolongada sea la depresión mayor es la pérdida de tamaño en estas regiones del cerebro.
El hipocampo es una parte del cerebro que posee importantes funciones relacionadas con la formación de memorias y el manejo de las emociones. El hipocampo se encuentra bajo la corteza cerebral en el lóbulo temporal medio y su nombre proviene de su forma que se asemeja a la de un hipocampo o caballito de mar (del griego hippos - caballo y kampos - un mostruo marino). Los lóbulos frontales del cerebro, por su parte, son una especie de centro de control de nuestras emociones, además de tomar parte en otras funciones en tre ellas la solución de problemas, el control de impulsos y el lenguaje.
Depresión y neurogénesis
Otro descubrimiento importante de años recientes es que el cerebro humano posee la capacidad de crear células nerviosas o neuronas nuevas a lo largo de toda la vida. A esto se le conoce como neurogénesis. Muchas de estas nuevas neuronas sustituyen a otras que han muerto.
Investigaciones recientes parecen indicar que la depresión provoca una inhibición del proceso de neurogénesis. Es decir, en las personas deprimidas el proceso de creación de nuevas células nerviosas se vuelve más lento o se detiene.
Algunos investigadores han postulado que la depresión se produce cuando las células nerviosas no tienen la capacidad necesaria para responder al ataque de estímulos externos, entre los cuales figura prominentemente el estrés. Algunos investigadores han encontrado que bajo un estados de depresión el cuerpo humano produce una cantidad mayor de lo normal de cortisol. Se cree que esta hormona relacionada con el estrés, tiene un efecto tóxico sobre las neuronas, especialmente las del hipocampo.
Ronald S. Duman, investigador asociado a la Universidad de Yale encontró el cerebro de las personas deprimidas suprime la producción de unas sustancias conocidas como factores neurotróficos que ayudan a que las neuronas sobrevivan y crezcan.
Estas nuevas investigaciones parecen demostrar que en la depresión lo que se produce no es tanto una falta de balance químico sino un proceso de atrofia de neuronas y una falta de producción de nuevas neuronas. En este sentido la depresión se parece a enfermedades neurodegenerativas como la enfermedad de Alzheimer o el Parkinson. Sin embargo, hay una importante diferencia, en la depresión el proceso es reversible y el cerebro puede recuperarse. Según parece, en la depresión no hay tanto muerte de neuronas como atrofia de las mismas, por lo que éstas pueden recuperarse. El proceso de neurogénesis, también puede reiniciarse y es susceptible de ser estimulado. Se ha descubierto que los medicamentos antidepresivos hacen que aumenten los ya mencionados factores neurotróficos que nutren a las células cerebrales. Todo esto parece indicar que la forma en que los medicamentos antidepresivos, al igual que diversas actividades, entre ellas el ejercicio físico y mental, combaten la depresión no es incrementando el nivel de neurotransmisores en el cerebro sino estimulando la creación de nuevas neuronas y el rejuvenecimiento de las neuronas atrofiadas.
Herencia y depresión
Durante largo tiempo se ha librado una batalla en el campo de los estudios de la conducta humana entre quienes creen que los principales rasgos de la conducta y la personalidad vienen determinados por nuestros genes y otros que piensan que el aprendizaje o el ambiente son los factores determinantes. En décadas recientes esta batalla se ha extendido al campo de los problemas mentales y a los desórdenes afectivos de los cuales la depresión es el más extendido.
Los recientes avances en la genética nos están llevando a un mejor entendimiento de aquellos factores de nuestra biología que influyen sobre nuestras características mentales. Algunas personas tienen la idea de que cuando hablamos de la relación entre genética y depresión o de herencia y depresión estamos hablando de factores total y absolutamente determinantes. Con frecuencia las personas le preguntan a su médico si determinada condición como la diabetes, la esquizofrenia, o la enfermedad de Alzheimer es hereditaria. Sin embargo el problema es mucho más complejo.
Los genes y la depresión
Estudios clínicos recientes han producido evidencia sustancial de que el riesgo de sufrir una depresión mayor corre en familias y se transmite por medio de mecanismos genéticos. En un estudio llevado a cabo en 1998 en la escuela de medicina de Washington University en Missouri, se encontró que en las personas que padecen depresión y que además tienen algún pariente cercano (padre, madre, hermano, hermana, hijo hija), un área de la región prefrontal del cerebro es más pequeña que en las personas que no padecen de depresión o que en aquéllas cuya depresión no corre en la familia. Esto sugiere que la depresión heredada es distinta a otros tipos de depresión.
En la actualidad una buena cantidad de esfuerzos van dirigidos a identificar los lugares precisos en los cromosomas humanos que están relacionados con esta mayor vulnerabilidad a la depresión. Sin embargo, la tarea no es sencilla debido a varios factores. En primer lugar, la depresión es tan común que posiblemente no haya una sino varias mutaciones genéticas implicadas en la misma. Es muy posible que cada una de estas alteraciones genéticas haga una pequeña contribución al desarrollo de la depresión que de por sí sola sea difícil detectar. En segundo lugar, en las enfermedades degenerativas como la esclerosis múltiple o la enfermedad de Alzheimer, la tarea es mucho más fácil ya que se pueden observar claramente unos extensos cambios estructurales en el cerebro. En el cerebro de las personas deprimidas no se producen cambios tan extensos y los que se producen son de naturaleza temporera, es decir desaparecen con el tratamiento y la remisión de la depresión. La naturaleza episódica de la depresión y la diversidad de edades en las que se puede manifestar por vez primera, también convierten en difícil la tarea de observar el modo en que se manifiesta en diversas familias.
En un estudio publicado por varios investigadores japoneses a finales de 2002 se concluye que lo que se hereda no es tanto la depresión sino ciertos tipos de temperamento que predisponen o hacen a una persona más vulnerable a la depresión. Sin embargo, estos factores temperamentales actúan conjuntamente con factores de tipo ambiental. En otras palabras, para que esa vulnerabilidad a la depresión se manifieste y se produzca un estado depresivo, se necesitan ciertos factores en el ambiente externo o en el entorno social que le sirvan de disparador.
En el primero de una serie de artículos publicados a partir de abril de 2009 en la revista Psychiatric Times se señala que lo que se está descubriendo es que ciertos genes predisponen al desarrollo de ciertos patrones funcionales y estructurales en el cerebro. Estos patrones a su vez promueven la manifestación de síntomas relacionados con desórdenes tales como la depresión y otros trastornos anímicos cuando se presentan situaciones ambientales retantes. Entre estas situaciones figuran prominentemente el estrés, pérdidas y tragedias personales así como problemas familiares y en el empleo. Situaciones que pudieran parecer positivas, como por ejemplo, un nuevo empleo con mayores responsabilidadespueden también representan un reto y pueden hacer que en algunas personas se desarrollen síntomas de depresión.
Por qué la mujer se deprime con mayor frecuencia que el hombre
Como señalamos en otro lugar, la proporción de mujeres que padecen de depresión es alrededor del doble que en los hombres. Cuando se comenzó a notar esta relación entre depresión y género algunos pensaron que la explicación estaba en el hecho de que las mujeres eran más dadas que los hombres a buscar ayuda y a contar sus problemas. Según esta teoría hay muchos hombres deprimidos que prefieren callar y por lo tanto no aparecen en las estadísticas de depresión.
Posteriormente se ha encontrado, que si bien puede haber algo de cierto en esto, el efecto no es lo suficientemente grande como para explicar la mayor incidencia de depresión en la mujer Es decir, la diferencia en las tasas de depresión de hombres y mujeres parece ser muy grande para deberse exclusivamente a este factor.
Diferencias en el cerebro
A mediados de la década de 1990 el Dr. Mark George de los Institutos Nacionales de Salud Mental de los Estados Unidos realizaba estudios sobre las áreas del cerebro involucradas en distintos tipos de emociones. Utilizando un equipo de tomografía por emisión de positrones (PET Scan) que permite ver las diversas áreas del cerebro que están activas en un momento dado, se dio cuenta que el área cerebral que participa en los sentimientos de tristeza es alrededor de ocho veces mayor en la mujer que en el hombre. El significado preciso de estos hallazgos es aún tema de debate científico pero parecen indicar hacia una posible clave.
Según hallazgos recientes en la universidad McGill de Canadá, el cerebro de los hombres produce alrededor de cincuenta por ciento más serotonina que el de las mujeres. De esto ser así, es posible que esta cantidad adicional de serotonina en los hombres les provea cierto grado de protección emocional. Esto podría ayudar a explicar por qué es mayor la proporción de mujeres que de hombres que padecen de depresión. Sin embargo, debemos recordar que en años recientes se ha puesto en duda la hipótesis según la cual la depresión se debe a un bajo nivel de serotonina u otros neurotransmisores en el cerebro.
Estrógeno y depresión
El riesgo de depresión en la mujer parece también estar relacionado con la producción de estrógeno. Las mujeres son más susceptibles a la depresión a partir de la pubertad y hasta poco antes de la menopausia. Al parecer, el estrógeno no sólo provoca un incremento en la secreción de cortisol, que como ya hemos visto es una hormona asociada al estrés, sino que mantiene altos los niveles de éste durante un tiempo mayor.
Otros factores
Por otra parte, investigaciones recientes parecen demostrar que la mujer es más sensible a la luz natural (y a la falta de ésta) que el hombre. Se ha demostrado una relación entre la falta de luz solar y ciertos tipos de desórdenes afectivos.
En nuestra sociedad vivimos gran parte del tiempo bajo luz artificial y es muy posible que muchas mujeres (y también algunos hombres) no estén obteniendo la exposición a la luz solar que necesitan.
En otro estudio reciente, se encontró que muchas mujeres sufrían una combinación de pensamiento constante acerca sus estados de ánimo, con una falta de control sobre su vida y una frustración crónica. Esto a causa de la gran carga que representan las tareas y responsabilidades, tales como el cuido de los hijos y las labores domésticas, que recaen sobre ellas en mucha mayor medida que sobre los hombres.
En los últimos siete años con el avance de la ciencia se ha visto que en personas depresivas hay algunos cambios anatómicos del cerebro. Al mismo tiempo se ha observado que incluso las personas de más de sesenta años pueden fabricar nuevas neuronas. Estos avances nos darán una visión distinta de la depresión.
Peter Kramer, psiquiatra del Brown Medical School e invitado de esta semana en Redes, nos desarrollará la depresión de un modo distinto. Esto nos permitirá dar un paso más en la investigación de la depresión y poder tratarla como una enfermedad más.
La Gran Amenaza: La Depresión (Capítulo REDES 388)
La idea que el sufrimiento es necesario para la creatividad, su relación con la moral, su profundidad,... ha originado una idea romántica de la depresión ¿Qué habría pasado si hubiera existido un antidepresivo en la época de Van Gogh? ¿Habría sido un pintor tan bueno?
¿Qué es la depresión en concreto y qué es lo que nos imaginamos sobre la depresión? Sabemos que existen diferentes indicadores biológicos como las hormonas y la disminución de plaquetas, pero ¿hay alguna relación con la genética? ¿Existe gente con menos probabilidad de desarrollar esta enfermedad?
En los últimos siete años con el avance de la ciencia se ha visto que en personas depresivas hay algunos cambios anatómicos del cerebro. Al mismo tiempo se ha observado que incluso las personas de más de sesenta años pueden fabricar nuevas neuronas. Estos avances nos darán una visión distinta de la depresión.
¿Qué papel tiene el amor en todo esto? ¿El amor nos conduce a la depresión o nos salva de ella?
Peter Kramer, psiquiatra del Brown Medical School e invitado de esta semana en Redes, nos desarrollará la depresión de un modo distinto. Esto nos permitirá dar un paso más en la investigación de la depresión y poder tratarla como una enfermedad más.
En el plató contaremos con la presencia de José Antonio Marina, Filósofo y ensayista y Antonio Bulbena, Director del Servicio de Psiquiatría en el Hospital del Mar.
"La explosión de oferta se ha convertido en un problema en vez de en una solución para nuestras vidas."
Portada del libro “Por qué más es menos”
Tanto si nos compramos unos pantalones o pedimos una taza de café, como si solicitamos plaza en una universidad o elegimos médico, las decisiones cotidianas se han vuelto tremendamente complejas debido a la abrumadora cantidad de opciones que se nos presentan.
Se supone que una mayor oferta implica mejores opciones y mayor satisfacción. Pero hay que tener cuidado con el exceso de oferta: puede hacer que nos planteemos las decisiones antes de tener que tomarlas, puede crear expectativas poco realistas y nos puede hacer culparnos por algún error o por todos. A largo plazo, esta situación puede bloquearnos en la toma de decisiones, o causarnos ansiedad y estrés crónico. Y en una cultura en la que no hay excusas para no ser perfectos, cuando las posibilidades de elegir son ilimitadas, un exceso de opciones puede conducir a la depresión clínica.
En Por qué más es menos Barry Schwartz explica en qué punto la elección -el sello distintivo de la libertad individual y la autodeterminación que tanto celebramos- se revuelve contra nuestro bienestar psíquico y emocional, cómo la dramática explosión de oferta en todos los ámbitos se ha convertido paradójicamente en un problema en vez de en una solución. Tras estudiar las actuales investigaciones en ciencias sociales, Schwartz nos presenta la solución para reducir el estrés, la ansiedad y el ajetreo que este exceso de oferta ha provocado en nuestras vidas.
Redes - Porque más es menos
¿Somos más libres por tener más donde elegir... o más bien nos ahogamos en el oceáno de posibilidades que tenemos a nuestro alcance?
El psicólogo Barry Schwartznos da hoy algunos consejos para no sucumbir a la perpetua insatisfacción que nos persigue en la sociedad moderna marcada por la abundancia.
COSMOS, ubicado en la Universidad de Cambridge, es el sistema de memoria compartida más poderoso de todo el continente europeo y un instrumento fundamental para conocer el Universo
NEOTEO
Incluso las mentes más extraordinarias de nuestra época pueden recibir ayuda tecnológica, y por razones evidentes, Stephen Hawking no es la excepción. Pero en esta ocasión, la “ayuda” no está relacionada con la terrible enfermedad que afecta al genial físico británico, sino con explorar el Universo. Se trata del superordenador COSMOS instalado en el edificio de investigación distribuida de la Universidad de Cambridge. Es el sistema de memoria compartida más poderoso de todo el continente europeo, respaldado por los más de 1.800 procesadores Xeon E5 que le dan forma.
Estos días, el espacio ha ganado un lugar en los medios, cortesía de la llegada del Curiosity a territorio marcianoy del envío de las primeras imágenes. Pero explorar el Universo no solo depende de enviar sondas. Hay teorías que deben ser confirmadas o refutadas, modelos matemáticos que necesitan ser comprobados, y nuevas ideas que demandan una sofisticada tecnología. Alcanzar alguna forma de “teoría unificada” es el gran desafío de muchos físicos alrededor del globo, incluyendo a Hawking. No es algo de lo que estemos particularmente cerca, pero la asistencia de superordenadores resulta fundamental para alcanzarla.
Uno de esos superordenadores es COSMOS, instalado en el edificio “DiRAC” de la Universidad de Cambridge. El sistema posee 1.856 procesadores Intel Xeon E5. El total de memoria global compartida asciende a 14,5 terabytes, convirtiéndose en el más poderoso de su tipo en todo el continente europeo. Tomando las palabras del mismo profesor Hawking, la cosmología es ahora una “ciencia de precisión” y los sistemas como COSMOS son necesarios para investigar si los modelos matemáticos “son correctos”. La universidad ha informado que ya hay una actualización programada para COSMOS, la cual estará basada en los coprocesadores Intel Xeon Phi.
Aunque COSMOS no es el primer superordenador que se utiliza en el estudio del Universo, todo nos lleva a pensar que tampoco será el último. La capacidad de procesamiento del hardware se ha incrementado drásticamente en los últimos años. El mismo concepto de superordenador ya no es económicamente prohibitivo, y la relación entre rendimiento y costo tiende a ser inversamente proporcional. Además, tampoco debemos olvidar lo que está por venir. Si la computación cuántica llegara en un tiempo prudencial, y fuera posible aplicarla a esta clase de estudios y simulaciones, quién sabe las cosas que se podrán descubrir.