El Rincón de la Ciencia, Tecnología y el Conocimiento

“Ahora para encontrar trabajo hace falta un máster. ¿Qué será lo próximo? ¿El Nobel? Entrevista al educador Ken Robinson

Publicado por El Rincón de la Ciencia, Tecnología y el Conocimiento en Jueves, 21 de julio de 2016

Historia del Universo

Diagrama representativo de la historia del universo.

Para todas las mentes curiosas

con inquietud de conocimiento.

Neuronas

Conexiones sinápticas.

Química

Tabla Periódica de los elementos.

Tecnología

Al alcance de nuestras manos.

Moléculas y el espacio

FRASES DE CIENCIA

domingo, 7 de julio de 2013

¿Por qué hay algo en vez de nada?

Publicado por Cristian Campos

Lawrence-M.-Krauss
Imaginen el siguiente vídeo. Un hombre está sentado frente a una mesa. Encima de ella hay una caja con 100 dados. El hombre vuelca la caja y los 100 dados caen con la cara del seis boca arriba. ¿Cómo ha podido ocurrir eso?

Vamos a suponer que el vídeo no está trucado. No hay efectos ni montajes ni cortes de ningún tipo. Los dados no están cargados. El vídeo es 100% real.

No hace falta ser matemático para intuir que la probabilidad de que alguien obtenga 100 seises simultáneos al tirar 100 dados es extraordinariamente baja. A escala humana, los científicos suelen desechar este tipo de probabilidades ínfimas considerándolas nulas. Y eso aún no siéndolo en realidad: si dispusiéramos de la eternidad acabaríamos obteniendo 100 seises simultáneos con total seguridad. En un universo espacial y temporalmente infinito todo aquello que no tiene una probabilidad nula de suceder acabará sucediendo en un momento u otro. Si lo prefieren así: todo aquello que no esté prohibido por las leyes de la física acabará ocurriendo con total seguridad en un universo de estas características.

Así pues, las dos únicas explicaciones posibles para el vídeo son las siguientes:
  1. Es magia.

  2. El hombre ha volcado la caja millones de veces hasta conseguir el resultado deseado.
La primera explicación es la de la religión. La segunda, la de la razón científica.

Para entender la enormidad de las cifras que estamos manejando, rebajemos el objetivo. Saquemos 90 dados de la caja y quedémonos con tan solo diez. Aquí entramos ya en terreno amable, ¿cierto?

En realidad, no. Haría falta tirar esos dados una media de 60.466.176 veces para obtener el resultado de diez seises. A cinco segundos por tirada eso supone nueve años y medio de nuestras vidas, 24 horas al día, 365 días del año. Aunque es perfectamente posible tirar los dados durante 20, 30 o 100 años seguidos sin que aparezcan esos diez seises. Al igual que es perfectamente posible obtener el resultado deseado a la primera. Pero yo no apostaría mi dinero por ello.

Por supuesto, jamás veremos un vídeo como el descrito en el primer párrafo. Ni siquiera rebajando nuestras ambiciones a tan solo diez dados.

Sin embargo, y por extraño que pueda parecer, todos nosotros vemos a diario a nuestro alrededor algo mucho más improbable aún que los 100 seises del vídeo. Es el universo. Nuestra realidad.

A eso exactamente se refería Einstein cuando se preguntó si dios tenía otra opción al crear el universo. Y de eso habla el físico y cosmólogo estadounidense Lawrence M. Krauss en su último libro, A universe from nothing. Why there is something rather than nothing, publicado en inglés por la editorial Free Press y en español por nadie.

El título del libro de Krauss, como todo buen título de libro de divulgación científica, es autoexplicativo y no deja espacio para intrigas. Nuestro universo nació de la nada. Más concretamente, de unas leyes de la física que no permiten otra posibilidad que esa: la de un universo sin causa externa que nace espontáneamente de la nada a partir de fluctuaciones cuánticas. El término fluctuación cuántica puede parecer intimidatorio pero en realidad resulta relativamente sencillo de explicar: una fluctuación cuántica es una variación temporal en la cantidad de energía en un punto determinado del espacio.

Dicho de otra manera: a nivel cuántico, es decir a escalas microscópicas, la nada siempre produce algo aunque sea apenas durante un instante. La nada es algo muy inestable. Según la teoría cuántica del electromagnetismo, las partículas pueden surgir de esa nada siempre y cuando desaparezcan prácticamente de inmediato en una fracción de tiempo minúscula determinada por el principio de incertidumbre de Heisenberg. Esa fracción de tiempo es de hecho la más minúscula posible. Aquella por debajo de la cual ni siquiera existe tiempo.

La pregunta es ¿existían esas partículas antes de aparecer espontáneamente en nuestra realidad desde la nada?

Y cuando hablamos de partículas hablamos también de universos enteros. Esos universos, según Krauss, no tienen por qué estar vacíos sino que pueden albergar materia y energía… siempre y cuando su energía total sea igual a cero.

Y ese es precisamente el universo en el que vivimos: un universo inflacionario plano cuya energía total es cero y que ha nacido de la nada. Entendiendo nada por ausencia de espacio y tiempo.

Pero descubrir que nuestro universo nació de la nada y que toda la materia y la energía que alberga surgieron de un minúsculo desequilibrio entre materia y antimateria durante los primeros instantes del Big Bang solo hace retroceder un paso la pregunta clave. Si las leyes de la física dicen que la nada siempre produce algo, es decir si la nada alberga la potencialidad de la existencia, ¿de dónde salen esas leyes de la física? ¿No es la potencialidad de existencia algo en sí mismo?

Y esa es la pregunta que se hacía Einstein. ¿Son las leyes de la física únicas y eternas para toda la realidad? ¿O son ambientales y cambian de universo a universo? En otras palabras, ¿son las leyes de la física accidentales? ¿Hay otras opciones posibles más allá de las leyes que gobiernan nuestro universo? Como dice Krauss en el libro, ¿por qué es la gravedad mucho más débil que el resto de fuerzas que gobiernan nuestro universo? 

¿Podría ser un poco más fuerte o más débil de lo que lo es? ¿Por qué es el protón 2000 veces más pesado que el electrón y no 10.000, 100.000 o 23?

Y aquí es donde liga el libro de Krauss con el ejemplo del vídeo: si algo tan improbable como la existencia de inteligencia en un universo apto para la vida ha ocurrido, y nosotros somos la prueba de ello, solo caben dos explicaciones:
  1. Es magia (dios).

  2. Existen decenas de miles de millones de universos paralelos con leyes físicas propias. Leyes ambientales y accidentales que gobiernan la energía y la materia y cuyos valores varían de un universo a otro.
Así pues, es muy probable que nuestra realidad no esté formada por un único universo sino por un multiverso infinito en el que cada uno de los universos que lo componen cuenta con sus propias leyes físicas. En alguno de esos universos la vida es imposible. En otros es tan viable que esta florece de inmediato en todos aquellos planetas que reúnen unas laxas condiciones mínimas. En otros, sus particulares leyes de la física provocan que el universo colapse sobre sí mismo nada más nacer. Otros están destinados a quedar vacíos de materia o de energía con el transcurso del tiempo. Infinitos, eternos y muertos.

Este último universo es precisamente el nuestro. Un universo sin sentido ni objetivo ni trascendencia que existe por la única razón de que sería imposible que no existiera.

Rosette-nebula

Como dice Krauss en A universe from nothing, el problema del concepto de creación es que este parece requerir un agente externo primigenio. El mago del vídeo. Dios. Una solución que nos parece absurda en el ejemplo de los dados pero que aceptamos con relativa normalidad en el caso de todo lo que nos rodea. Lo lógico es pensar que si dios ha sido capaz de crear un universo también lo será de lograr que 100 dados caigan con la cara del seis boca arriba, ¿cierto? Sin embargo, la explicación que no admitiríamos jamás para un suceso banal como el de una tirada de dados nos sirve para explicar la enormidad de la realidad.

Pero esa es tan solo una de las incongruencias intelectuales que surgen espontáneamente cuando se confronta la religión con la realidad. Hay muchas más.

Por supuesto, dios es en este caso tan solo el truco de magia con el que los creyentes detienen la regresión infinita de la pregunta original en un momento aleatorio del proceso de la creación. Un momento aleatorio que, casualmente, ha coincidido a lo largo de la historia del ser humano con los límites de la ciencia en ese punto determinado de la historia. Con la barrera coyuntural del momento. Una posición ventajista la de andar a remolque de las limitaciones momentáneas de tu rival, ¿no es cierto?

Me explico.

Hace cientos de años esa barrera coyuntural era la del origen de la materia. ¿De dónde salía toda la materia que vemos a nuestro alrededor: los planetas, las estrellas, las galaxias? La ciencia no podía dar respuesta a eso y las religiones ocuparon el hueco alegando que “dios es el creador de todo lo que vemos”. Esas religiones estaban hablando de un dios de la materia, un dios mundano, un mero orfebre de partículas. Bien, eso es falso: nuestro universo y todo lo que este contiene surgieron muy probablemente de la nada. La ciencia ha saltado ya la barrera del origen de la materia… y la religión ha respondido retrocediendo un paso hasta las leyes físicas que gobiernan esa nada.

Ahora las religiones dicen: “Dios es el creador de las leyes físicas que conducen a la creación de algo a partir de la nada”. Y si mañana la ciencia descubriera o tuviera meros indicios racionales de la existencia de una verdad física subyacente que pudiera dar origen a las leyes de la física tal y como las conocemos, la religión volvería a retroceder otro paso para defender con toda la vehemencia de la que fuera capaz la idea de que dios es el creador de esa verdad física subyacente a las leyes de la física.

Por supuesto, la ciencia no puede afirmar que dios no existe de la misma manera que no puede negar la existencia de los wookies en un universo paralelo. Todo el que ha tenido novia sabe lo difícil que es demostrar que algo no ha ocurrido.

El contraargumento de la ciencia es obvio. Si dios es el origen de todo, ¿quién creó a dios? ¿Por qué debemos aceptar la idea de un mago todopoderoso y primigenio situado fuera de la realidad del espacio y del tiempo y no la idea de unas leyes de la física eternas e inmutables (o mutables de universo a universo a partir de una realidad física subyacente)?

Hay algo lamentable en toda esta martingala de la religión que Krauss explica perfectamente en su libro. Dentro de miles de millones de años, todas las galaxias que no formen parte de nuestro clúster (un clúster es una agrupación de galaxias) se habrán alejado de nosotros a una velocidad mayor que la de la luz. “Ah, pero nada puede viajar a una velocidad mayor que la de la luz”, dirán ustedes. Mec. Error. Esa frase es incorrecta tal y como está escrita. La frase correcta es “nada puede viajar en el espacio a mayor velocidad que la de la luz”. El espacio mismo sí puede. Y de hecho lo está haciendo en estos momentos.

Así que dentro de dos billones de años las galaxias que no formen parte de nuestro clúster de galaxias se habrán alejado tanto de nosotros que la longitud de onda de su luz será igual a la del tamaño del universo visible. En castellano: esas galaxias serán invisibles para el observador y nada que ocurra en ellas, por cataclísmico que sea, tendrá la más mínima oportunidad de dejar un rastro visible para nosotros. Los futuros habitantes de nuestra galaxia no tendrán ninguna prueba de la existencia de esas 400.000 millones de galaxias que nosotros sí podemos ver en estos momentos.

Es decir, y aquí viene lo importante: los futuros habitantes de nuestra galaxia no tendrán ninguna prueba de la existencia del Big Bang. No sabrán de la expansión del universo, ni del fondo de radiación cósmica, ni de la concordancia entre la cantidad de elementos ligeros (helio, hidrógeno y litio) de nuestro universo y la que sería predecible tras un suceso como el del Big Bang. Y esas son exactamente las tres razones por las que nosotros sabemos que nuestro universo tuvo un origen y que ese origen fue el Big Bang.

Véanlo así: los seres humanos del siglo XXI disfrutamos del privilegio cósmico de vivir en el único momento de la historia de nuestro universo en el que podemos tener pruebas fehacientes de que dicho universo tuvo un origen, de que ese origen fue el Big Bang y de que ese Big Bang surgió de la nada. Los habitantes futuros de nuestra galaxia podrán intuir que el universo tuvo un origen, pero no tendrán pruebas definitivas de ello, sino meramente circunstanciales.

Y eso quiere decir que esos habitantes futuros de nuestra galaxia estarán vendidos frente a la religión. Es probable que en el futuro sigan existiendo ateos, pero su posición será sensiblemente más débil que la nuestra y mucho más difícil de defender a partir de la razón científica.

Obviamente, cuando hablo de “el único momento de la historia” estoy hablando de un lapso de tiempo enorme a escala humana (aunque minúsculo a escala cósmica). A dicha escala cósmica, el Big Bang es tan reciente que casi podría decirse que quema. Acaba de suceder. Así que sabemos lo que sabemos porque nuestro universo es todavía muy joven y todo lo que alberga en su interior está aún lo suficientemente cercano a nosotros como para que podamos ver cómo se aleja.

De hecho, es bastante probable que a la vida en la tierra le de tiempo a extinguirse y florecer unas cuantas veces antes de que ese lapso temporal llegue a su fin.

Aún y así, es lamentable comprobar como el ser humano, frente a la posibilidad histórica y ciertamente excepcional del conocimiento total, sigue refugiándose en la superstición, la credulidad y la especulación de la religión… y la filosofía, esa metafísica con pretensiones que algunos aún se empeñan en mantener en un compartimento estanco alejado de los mitos y fábulas de la fe. Son esos mismos pervertidos intelectuales que se escandalizan cuando los beatos del PP les meten cucharadas de religión a los niños en la escuela pero que gozan patéticamente con la idea de inyectarles a los pobres críos filosofía en vena. ¡Pero si ambas son la misma sandez! ¿Es que no lo ven?

Adaptando a Krauss, les reto a que mencionen una sola brizna de conocimiento que hayan aportado la religión o la filosofía al ser humano a lo largo de la historia. Con dos condiciones:
  1. Ese conocimiento ha de ser verdadero, es decir susceptible de ser confirmado en nuestra realidad física.

  2. Ese conocimiento ha de ser exclusivo de esas dos disciplinas. Es decir que a ese conocimiento no debe poder llegarse por ninguna otra vía o disciplina intelectual y muy especialmente por la vía científica.
Van a pasar un mal rato intentando dar con esa brizna. Porque esa brizna no existe. Y si existe ha dejado hace tiempo de ser religión o filosofía para pasar a ser ciencia. La filosofía y la religión son dos gigantescos pozos de mentiras, de especulación y de charlatanería. Dos variantes especialmente ridículas de la metafísica y el espiritismo, respectivamente. Carne de Cuarto Milenio.

Lo repito: no es de extrañar que en las librerías la sección de autoayuda se encuentre siempre al lado de las de religión y filosofía. Lo extraño es que no estén las tres al lado de la de cuentos infantiles.

Mejor se dejan de gilipolleces y se compran el libro de Krauss.
agujero-negro


VIDEO:

Un universo desde la nada por Lawrence Krauss AAI 2009

Lawrence Krauss da una charla sobre nuestro actual panorama del universo, cómo éste terminará y sobre todo cómo es que se produjo desde la nada. Krauss es autor de muchos libros best seller sobre física y cosmología, incluyendo "Física de Star Trek."

Books by Lawrence Krauss:
http://www.amazon.com/Lawrence-M.-Kra...


domingo, 7 de abril de 2013

La metamorfosis de los dioses en enfermedades

¿Somos una sociedad enferma? Acaso porque los dioses que antes fluían por nuestra mente mitológica hoy son obstruidos por nuestra mente civilizada y científica, la cual promete domar el instinto pero no lo logra del todo.

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“Los que eran dioses se han convertido en enfermedades”, Carl Jung

Somos una sociedad enferma. O, ¿en realidad somos una sociedad enferma? La diferencia estriba en los matices y en la posibilidad de que nuestras “enfermedades”, en muchos casos, estén siendo exageradas (y hasta inventadas) por la industria farmacéutica para seguir produciendo ganancias multimillonarias. Y, más que la industria farmacéutica, en que nosotros mismos estemos confundiendo procesos naturales de integración psíquica con enfermedades que debemos  repeler.


Existen diversos factores  que contribuyen a la creación de una “sociedad enferma” que necesita sanarse tomando pastillas. El más evidente es la concepción de la salud como negocio –uno de los más grandes del mundo. Podemos pensar que este es el factor determinante de por qué en Estados Unidos casi la mitad de la población toma un fármaco de prescripción y el 25% de las mujeres toma un antidepresivo (cuando estos apenas logran vencer, si acaso, al placebo y claramente son superados por la terapia: según pruebas clínicas hablar es 20% más efectivo para superar la depresión que uno de estos fármacos). Estamos siendo manipulados por las grandes farmacéuticas a consumir productos que no necesitamos y que, como drogas que son, nos hacen, después necesitarlos –de paso creando una serie de efectos colaterales que a su vez son tratados con otros fármacos ad nauseam infinitum. Hay algo de cierto en esto, no hay duda.  

Pero existen otro factores, quizás más profundos, que contribuyen a que nos sobremediquemos, a que pensemos que en una pastilla está nuestra salvación y a que vivamos enfermizamente.

No sólo es la industria farmacéutica la que nos hace, paradójicamente, bajar nuestra defensas y aceptar con tanta facilidad tomar un medicamento para tratar un supuesto malestar. Es también la industria del entretenimiento que proyecta imágenes a la mente colectiva de lo que debemos ser la que nos acaba haciendo querer comprar una pastilla para tratar una condición –tal vez no tener los músculos que tiene una celebridad [1] o no ser tan felices como aquellas personas que sonríen en los comerciales y tienen un rostro bello y envidiable como resultado de esa felicidad. Es también, de manera conjunta con la sociedad del espectáculo y la cultura de las celebridades, el sistema económico basado en el consumo lo que nos dota de la ligereza característica de un buen pill popper (un consumidor de pastillas). Seamos conscientes de ello o no, en la actualidad la oferta de innumerables productos a la que estamos expuestos nos hace pensar que el remedio o la solución de nuestros problemas es algo que podemos comprar, algo que está haya afuera, siempre a un click de distancia (si es que tenemos una tarjeta de crédito) o en el mall más cercano.


Quizás más que enfermedades como la depresión o el déficit de atención, la enfermedad de nuestros tiempos sea esta: el creer que estamos enfermos, que nos falta algo. Para sustentar el crecimiento económico del capitalismo es indispensable una cierta insatisfacción –y una noción o creencia de que nuestra insatisfacción puede ser saciada si adquirimos el producto correcto o visitamos al especialista indicado. Son muchos los factores que contribuyen a generar esa insatisfacción –ennumerarlos nos desviaría más aún del tema. No es la intención principal de este artículo entrar en el tema de la conspiración y si existe o no una agenda y un plan coordinado para hacernos desear aquello que no tenemos, pero que se proyecta como lo deseable, según un paradigma existencial –¿están coludidas las farmacéuticas, con los medios, con el gobierno para enajenarte de tal forma que reacciones comprando más productos y abraces el estilo de vida sin el cual nos sería inconcebible este consumo rapaz? Lo que interesa aquí es analizar lo que sucede con la psique que se asume o se autoproduce como una entidad enferma, y que debe tratar su enfermedad a través de objetos de consumo: introducir agentes externos como mecanismo fundamental para sanarse (las pastillas tienen algo de mesiánico).

Los que eran dioses se han convertido en enfermedades, en esta frase de Jung se encapsula, creo, buena parte de lo que nos sucede en la actualidad como sociedad enferma. Algunas personas consideran que la proliferación de nuevas enfermedades (hoy incluso la timidez es considerada una enfermedad mental) es el resultado del avance científico –y de nuestra capacidad de detectarlas– del incremento de elementos tóxicos en nuestro ecosistema o de la corrupción sociocultural a la que supuestamente estamos sometidos. A mi me parece que el hecho de que existan tantas enfermedades –además de la obvia explicación mercantilista– tiene que ver sobre todo con una forma de ver el mundo, una perspectiva que hace que aquello que antes era aceptado como una influencia a la cual estaba sometido el hombre como parte de la naturaleza sea ahora considerado como algo indeseable y patológico (consideramos ya al mismo pathos, a la pasión, como algo que deriva en enfermedad). Podemos pensar en estas influencias como dioses, como arquetipos de la mente, como fuerzas de la naturaleza o incluso como emociones primarias (de la misma manera que Eros es el amor y es un dios o Pan es el pánico y es un dios). Siguiendo con Jung, habría que considerar que el inconsciente es la parte mayor (y dominante) de la mente: estos dioses (que son en el fondo una historia psíquica que nos moldea) siguen habitándonos. El no reconocerlos o el intentar exorcizarlos hace que se manifiesten como enfermedades.

En su ensayo La Locura Que Viene de las Ninfas, Roberto Calasso explora cómo la posesión, de ser para los griegos un hecho natural y en algunos casos altamente deseable, pasó a ser, para el hombre moderno, algo a lo que había que rehuir: una enfermedad, generalmente una de las tantas manifestaciones de la locura. La posesión entendida no necesariamente como el evento extraordinario de una posesión demoniaca o un trance místico, sino como el hecho casi cotidiano de ser poseído por algo: como puede ser la alegría, la ira, la pasión erótica. La circulación de una energía que no sólo se encuentra dentro de nosotros sino también en el mundo. Calasso explica que con la llegada de la mentalidad apolínea, estas posesiones-pasiones fueron reguladas, bajo la sombra métrica de Apolo. Y actualmente no queremos mirar el contenido de nuestra sombra. Todo aquello que nos produce una sensación desagradable, todo lo “negativo”, debe de ser desechado rápidamente –tan rápido como tarda tomar una pastilla.

¿Por qué no dejarse poseer por la tristeza cuando esta llega? ¿Por que no sentir la ira en toda su feroz desmesura cuando esta se presenta (como le sucedió a Aquiles)? Y sobre todo, ¿por qué no sentir la locura que viene de las ninfas, si somos tan afortunados de que esta se manifieste? Acaso porque somos una sociedad civilizada, que ha domado y sofisticado su instinto ¿Pero no es ese instinto precisamente lo que nos hace humanos en principio? Lo animal, sí, pero también el ánima, lo que anima y enciende el mundo, el espíritu.

La enfermedad es generalmente el resultado de un proceso psíquico que se ha bloqueado (coloquialmente podríamos decir “traes un dios atorado”). En muchos casos la enfermedad sólo es enfermedad porque no se deja ser –el agua debe de fluir porque de otra forma engendra pestilencia.

Este es el caso evidente de la neurosis; el instinto sexual, el líbido se convierte en una afectación mental solamente porque se reprime (en otras palabras si nos dejáramos poseer, prontamente estaríamos relajados: acaso disfrutando de la estela brillante que deja Eros en nosotros). (Esta posesión del instinto sexual no significa una violencia, significa sentir la energía sexual con la cual nos encontramos en ese momento: algo que perfectamente puede hacerse respirando el aire, contemplando un árbol y sintiendo nuestro cuerpo).

Estas enfermedades que medicamos para no sentirlas, son también lo que nos libera, lo que nos hace, al menos en el momento de su posesión, dioses.

En el Fedro, nos recuerda Calasso, Sócrates señala que a través del “justo delirar[2] se puede alcanzar la liberación de los males. Y que la manía –que hoy siempre connota una enfermedad– es más bella que la sophrosyne, la mesura. Esto es porque “la manía nace del dios” mientras que la sophrosyne “nace entre hombres”. Literalmente estamos “medicando” –mesurando– aquello que nace de los dioses en nosotros.

Twitter del autor: @alepholo

Fuente: Pijamasurf

[1]  Sobre las celebridades escribe Calasso: “habría que decidirnos un día a entender que las stars son astros, al igual que Andrómeda y las Pléyades y muchas otras figuras de la mitología clásica. Sólo si se reconoce este cómun origen astral y fantasmal, se podrá llegar a comprender cuáles son las diferencias –y las distancias también ellas estelares– entre Sunset Boulevard y el Olimpo”. Una nueva transmigración de los dioses. Esas apariciones de Apolo o de Atenea en el campo de  batalla  –teofanías, y también manifestaciones externas de la psique– son hoy las apariciones de las estrellas de cine en nuestras vidas (la diferencia de si estas ocurren en una ficción o en la vida real es menos significante que la aparición misma que se registra en nuestra psique: una pálida posesión. “Las películas ha robado nuestros sueños”, dijo F. Scott Fitzgerald; las celebridades, como los dioses, también nos poseen al invadir nuestros sueños).

[2] ¿Es un delirio creer que someternos de nuevo a la influencia de estas divinidades mentales, es lo que nos puede sanar como sociedad? Quizás. Es aventurado recetar un tratamiento colectivo, una especie de droga psicodélica etérea para las masas como quería Tim Leary.  Pero al menos en un plano individual, que es lo primero, sino lo único a lo que debemos aspirar, me parece vitalmente interesante dejarse poseer por los instinitos que aparecen en los versos homéricos y en los vedánticos como deidades.  El argumento es el siguiente, si, como considera la filosofía védica, el yo es una fabricación (ahamakara) del Sí (el Atman) que nos imprime la ilusión de tener una identidad aislada del mundo, entonces  estas emociones (enfermedades: dioses) tienen potestad sobre nosotros, usan nuestro cuerpo y nuestro sistema nervioso para sentir(se). Nos poseen, no como un acto abominable y violatorio, sino porque justamente esos somos: vehículos para ser poseídos por las fuerzas del cosmos. Y dentro de la alucinación de ser yo, la máxima realidad a la que podemos aspirar es a sentir, a ser sobrecogidos por una pasión: y al sentirla convertirnos en ella, una corriente divina. Tal vez debamos de enfermarnos de estos dioses obstruidos en nuestro organismo, para que aquello que hirió luego cure: completando el proceso de alquimia.

Vídeos:


Rafael Borràs: "Hay que recuperar el respeto a los medicamentos"

Rafael Borràs es un farmacéutico que conoce bien el sector, dado que viene de familia muy ligada al mundo farmacéutico, y director del Observatorio de Medicamentos de Abuso, ahora integrado también en Antares Consulting, donde han elaborado últimamente algunos estudios realmente interesantes sobre la situación de la oficina de farmacia española.

En la entrevista se tocan temas de actualidad, el uso de antibióticos, el abuso de psicofármacos, la venta por Internet...

Me gusta la última frase: "hay que abogar por recuperar el respeto a los fármacos por parte de la sociedad".

Spot publicitario para prevenir el abuso de medicamentos

Spot producido por SAWIA para el Estudio de publicidad Arrontes & Barrera.


Para la campaña de la Consejería de Sanidad del Principado de Asturias con objeto de prevenir el abuso de consumo de medicamentos.




sábado, 30 de marzo de 2013

Los humanos estamos llenos de bacterias

Los billones de bacterias que habitan en el ser humano no son enemigos sino aliados que podrían tener la clave para entender y tratar enfermedades como diabetes, asma y autismo.

Body_microbiota

El hombre ha vivido en guerra permanente contra las bacterias y durante casi un siglo las ha combatido con los más sofisticados antibióticos. Sin embargo, esa visión negativa de estos y otros microorganismos que habitan en el cuerpo humano está cambiando y ahora  los médicos los ven como aliados estratégicos para la salud. 

Este cambio de paradigma se dio a partir de los hallazgos del proyecto del microbioma humano, que, según lo define Jeremy Nicholson, una autoridad mundial en el tema, “es el grupo de genes en las bacterias que viven dentro de cada individuo”.

Se calcula que hay por lo menos 3 billones de bichos en el estómago, la boca, la piel y el cuero cabelludo de un individuo. Son tantos, que una persona tiene más material genético microbiano que humano.  

En este ecosistema se da una relación simbiótica: las bacterias, como cualquier huésped que se respete, agradecen los nutrientes y el albergue de su anfitrión y le retribuyen ayudándole con procesos metabólicos, afinando el sistema inmunológico y colaborando con la digestión de los alimentos. “Los microbios se  comunican con su anftrión para que no los pongan de patitas en la calle”, dice Sven Petterson, del Instituto Karolinska en Suecia.


Jeremy Nicholson, profesor del Imperial College de Londres, es considerado una de las autoridades en el tema. El experto estará en Bogotá durante el V Congreso Latinoamericano de Infecciones Quirúrigcas, que se realizará en mayo.
Pero, a veces, cuando ese equilibro del microbioma se interrumpe, aparecen las enfermedades.

Nicholson señaló que se ha encontrado una relación entre ciertas anormalidades en dicho ecosistema y úlceras gástricas, desórdenes autoinmunes, el síndrome de colon irritable, el cáncer de colon, las enfermedades coronarias e incluso problemas neuropsiquiátricos.

Amigos con beneficios

Esa danza sincronizada entre los gérmenes y su anfitrión comienza al nacer. A su paso por el canal vaginal, el recién nacido absorbe un tipo de bacterias conocido como Lactobacillus johnsonii, que prepara su estómago para digerir la leche materna. Esta última aporta por lo menos 600 especies más de bacterias. 

La leche, además, contiene cierto tipo de azúcares que el bebé no puede digerir, pero que, según Nicholson,  alimenta a los gérmenes que ya habitan en su intestino. Se calcula que a los 3 años un infante ya tiene un microbioma adulto único, producto de su exposición a gérmenes en el ambiente y en la dieta.


 
Algunas bacterias como el estreptococo aureus habitan en las fosas nasales. Si migraran más allá de este lugar causaría infecciones severas. Se ha encontrado que otras bacterias con propiedades antibióticas la mantienen bajo control.
Se sabe que algunas de estas especies, como Bacteroides Thetaiotaomicron, ayudan a descomponer cierto tipo de alimentos que el organismo no podría absorber, como los carbohidratos complejos. Dicha bacteria los convierte en azúcares de fácil absorción para el intestino.

Hace poco, sin embargo, se descubrió que el microbioma tiene funciones más complejas como  controlar el sistema inmune. 

Sarkis Mazmanian, biólogo de la Universidad de California, encontró que una de estas bacterias, B. Fragilis, trabaja en llave con los linfocitos, soldados que defienden el cuerpo de invasores y se encargan de producir la respuesta inflamatoria que cualquier individuo ha sentido ante una infección: aumento de la temperatura y dolor. Para evitar que el sistema inmune organice una ofensiva exagerada y ataque el propio cuerpo, B. Fragilis le ordena producir linfocitos reguladores. Lo interesante es que estos a su vez les indican a los linfocitos proinflamatorios que no ataquen a B. Fragilis. Como dice Juan Manuel Anaya, experto en enfermedades autoinmunes, “el sistema se asegura de que la relación entre nuestro organismo y los microbios se mantenga sin generar enfermedad”.

¿Cómo sabemos que los microorganismos buenos están desapareciendo?

Científicos de Puerto Rico y EUA fueron a visitar a indígenas de la zona del Amazonas, donde las poblaciones no tienen contacto con la civilización, aun viven de la caza y de la recolección de granos y frutos. Estos individuos han escapado a siglos de industrialización y cambios de estilo de vida. Su flora microbiológica es en teoría la que ha evolucionado con el hombre y lo mantiene sano. Investigadores como Gloria Domínguez-Bello recolectaron muestras de saliva, piel, y heces de estas poblaciones y determinaron que tipo de microorganismos están presentes y la compararon con la población microbiana de personas que viven en las grandes ciudades.

Gracias a métodos de amplificación de DNA es posible identificar a estos pequenos organismos, pues muchos no crecen en condiciones de laboratorio. As muestras están siendo analizadas actualmente en un laboratorio de EUA, pero resultados preliminares indican que nuestra modernidad nos esta enfermando porque matamos a los microorganismos que nos cuidan y protegen.

En la salud y en la enfermedad

Según  David Relman, de la Universidad de Stanford, la salud significa “propender por mantener el hábitat, fomentar las especies auctóctonas y eliminar las invasoras”. Desde esta perspectiva es que se producen las enfermedades.  Pero no se trata de las infecciones comunes que desde hace tanto tiempo los médicos combaten con antibóticos, sino de males que antes no estaban ligados a las bacterias. 

Nicholson, por ejemplo, encontró que el ácido fórmico, que se detecta en la orina, es indicador de alta presión arterial, uno de los factores de riesgo de infarto. Como las bacterias del intestino son las mayores productoras de esta sustancia, Nicholson cree que hay una relación estrecha entre estos microbios y la hipertensión.

Ciertas bacterias contribuyen además con el proceso de aterosclerosis, otro marcador de riesgo en la enfermedad coronaria. Stanley Hazen, de la Clínica Cleveland, en Ohio, observó ratones sometidos a una dieta para que desarrollaran aterosclerosis, un proceso por el cual las paredes de las arterias se endurecen. Lo interesante de su trabajo fue comprobar que cuando a los ratones se les dieron antibióticos que destruyeron su microbioma, la aterosclerosis disminuyó. “No se sabe cómo,  pero se cree que algunos productos microbianos dañan las paredes de las arterias”, explica Nicholson. 

En el caso de la esclerosis múltiple, Kerstin Berer, del Max Plank Institut, halló gracias a experimentos en ratones, que ciertas bacterias llevan al sistema inmune a rebelarse contra las células nerviosas, lo que desencadena esta enfermedad degenerativa. Los autistas tienen una población aumentada de un germen conocido como Clostridia, que acaba con la reserva de sulfatos, crucial para el desarrollo del cerebro, lo cual contribuye al desarrollo de la enfermedad. 

La diabetes también está ligada a las bacterias del intestino. Lo mismo sucede con otras enfermedades autoinmunes, como asma y eczema. Ya se han identificado posibles microbios que confundirían el sistema inmune hasta llevarlo a atacar las células del propio organismo.

El ser Humano no es un Individuo: Somos un Cosmos
 

Así como el universo esta lleno de planetas y la tierra de habitantes, de igual forma el hombre esta lleno de estos pequeños habitantes, somos un universo de organismos. Existen mas de 1000 diferentes bacterias viviendo en las capas internas de la piel en el cuerpo. Todas juntas tienen 100 veces mas DNA que el hombre y si las juntáramos pesarían casi 2 kilogramos, la microbiota es mas pesada que nuestro cerebro!

Disbiosis, Relaciones Peligrosas

Estamos abusando de las bondades de la civilización, antes una cesárea se realizaba para salvar la vida de la madre o el feto, ahora se practica regularmente por conveniencia.


De igual forma los antibióticos se usan indiscriminadamente. Una o dos rondas de ciprofloxacino (antibiótico para infecciones del tracto respiratorio y piel) es suficiente para deformar la población bacteriana del intestino, lo mas alarmante es que nunca se vuelve a recuperar del todo. A esta relación deformada se le llama Disbiosis o desbalance microbiano.


Los agricultores y ganaderos saben perfectamente que al administrar antibióticos al ganado les ayuda para que los animales crezcan rápido y engorden. ¿Sera que estamos haciendo lo mismo con los niños de hoy?


Las consecuencias de esta Disbiosis son varias. Por ejemplo, madres que dan a luz por cesárea tienen mayor probabilidad de tener hijos obesos. La falta de ciertas bacterias en el intestino es también la causa de alergias, inflamación del colon, cáncer intestinal y diabetes. Incluso se especula que el desbalance microbiano esta también relacionado con enfermedades neurológicas como el Alzheimer y Parkinson.





Hace poco un reportaje indicaba que niños que crecían con mascotas tenían menos probabilidades de desarrollar asma. Y es que los microorganismos de las mascotas y el jardín ayudan a entrenar a nuestro sistema inmunológico, enseñándole poco a poco que microorganismos son propios y cuales ajenos. Pero el exceso de higiene evita que el sistema inmune tenga esta ‘educación” por lo que mas y mas niños sufren de alergias al medio ambiente y asma.

Es interesante que niños con autismo tiene un sistema digestivo anormal, no se sabe como o porque lo desarrollan, pero esta claro que los intestinos de pacientes autistas no tienen la misma microbiota que personas sin autismo.

Tratamientos personalizados


Todos estos hallazgos han llevado a pensar nuevas maneras de tratar las enfermedades. Mark Mellow, del Baptist Medical Center de Oklahoma City, encontró que si se transplanta el microbioma de una persona sana a un paciente enfermo, se pueden combatir infecciones que de otra forma serían intratables, como la que produce Clostridium dificile, un microbio resistente a los antibióticos que causa diarrea. El tratamiento consiste en pasar heces de la persona sana al intestino del enfermo por medio de un enema. Mellow ha realizado más de 70 transplantes con un éxito del 91 por ciento.




Este mismo principio podría funcionar en pacientes obesos. Estudios preliminares muestran que con un trasplante de microbioma de un individuo de peso normal, los pacientes obesos metabolizan el azúcar en manera diferente.



Los médicos aseguran que en un futuro será posible diseñar tratamientos especializados según el microbioma de cada persona. “Las drogas tendrán como objetivo cambiar la acción de las bacterias”, explica Nicholson. No se buscará matarlas como se hace hoy con los antibióticos sino volverlas inofensivas o “promover sus actividades benéficas para la salud”, agrega.


Para entonces las compañías farmacéuticas tendrán que considerar el microbioma de los pacientes a la hora de diseñar drogas efectivas. En cirugía esto será de gran utilidad. A pesar de las medidas de higiene que se toman antes de un procedimiento quirúrgico todavía la infección es uno de los eventos adversos más comunes. “Si se conoce el microbioma de cada paciente se podría dar un antibiótico preventivo para el microbio que podría causar la infección en el postoperatorio”, dice Gustavo Quintero, profesor de cirugía de la Universidad del Rosario.

Las terapias también podrían incluir probióticos. Los que se incluyen en los yogures, según estudios clínicos, muestran beneficio en personas con síndrome de colon irritable, quienes también tienen un microbioma intestinal alterado. Sin embargo, el alcance de estos alimentos en otros males está por verse. "Probablemente no contribuyan mucho en las personas sanas”, dice Nicholson.

Aunque esta disciplina apenas está en su infancia, promete traer nuevas terapias a viejos problemas. “El manejo será más inteligente pues se atacará la fuente del desequilibrio interno y no las consecuencias”, dice Quintero.

Una preocupación que comparten todos es que el equilibrio de dicho ecosistema se está degradando por el uso indiscriminado de antibióticos, “especialmente en la niñez cuando el microbioma se está formando”, dice Nicholson. Martin Bleser, profesor de la Universidad de Nueva York, dice que dos generaciones atrás, más de 80 por ciento de la población tenía la bacteria H. Pylori en su estómago, pero hoy solo se detecta en menos del 6 por ciento. Esto podría interferir en la producción de una hormona que controla la sensación de hambre en el cerebro. La ausencia de H. Pylori estaría ocasionando en parte la epidemia de obesidad que se vive en el mundo. Además de esto, el aumento de las cesáreas y el hecho de que las familias cada vez son más pequeñas limita las oportunidades de exposición a microorganismos en la niñez.

Hay retos por delante y uno de ellos será convencer a la sociedad de que la medicina no es solo luchar contra los patógenos que invaden el cuerpo. Teniendo en cuenta que cada individuo hace parte de un ecosistema, la salud consistirá más en manejarlo como si se tratara de un parque natural. Y para mantenerlo bien, los médicos tendrán que empezar a pensar como ecólogos.



Javier de la Torre Galvis / Semana

VÍDEO

Bacterias

Las bacterias son microorganismos unicelulares que presentan un tamaño de algunos micrómetros de largo (entre 0,5 y 5 μm, por lo general) y diversas formas incluyendo esferas, barras y hélices. Las bacterias son procariotas y, por lo tanto, a diferencia de las células eucariotas (de animales, plantas, etc), no tienen núcleo ni orgánulos internos. Generalmente poseen una pared celular compuesta de peptidoglicano. Muchas bacterias disponen de flagelos o de otros sistemas de desplazamiento y son móviles. Del estudio de las bacterias se encarga la bacteriología, una rama de la microbiología.

Las bacterias son los organismos más abundantes del planeta. Son ubicuas, encontrándose en todo hábitat de la tierra, creciendo en el suelo, en manantiales calientes y ácidos, en desechos radioactivos, en las profundidades del mar y de la corteza terrestre. Algunas bacterias pueden incluso sobrevivir en las condiciones extremas del espacio exterior. Se estima que hay en torno a 40 millones de células bacterianas en un gramo de tierra y un millón de células bacterianas en un mililitro de agua dulce. En total, se calcula que hay aproximadamente 5×1030 bacterias en el mundo. Las bacterias son imprescindibles para el reciclaje de los elementos, pues muchos pasos importantes de los ciclos biogeoquímicos dependen de éstas. Como ejemplo cabe citar el fijación del nitrógeno atmosférico. Sin embargo, solamente la mitad de los filos conocidos de bacterias tienen especies que se pueden cultivar en el laboratorio, por lo que una gran parte (se supone que cerca del 90%) de las especies de bacterias existentes todavía no ha sido descrita.

En el cuerpo humano hay aproximadamente diez veces tantas células bacterianas como células humanas, con una gran cantidad de bacterias en la piel y en el tracto digestivo.
Bacterias por raulespert

FUENTES:
http://www.semana.com
http://100ciaysalud.blogspot.com

jueves, 7 de marzo de 2013

Top 10: alimentos que parecen sanos pero no lo son

Te damos una lista de 10 alimentos que parecen sanos e inofensivos, pero que en realidad son todo lo contrario.

por: Lucia Martinez


1. Aceites vegetales: como lo dice su nombre, este tipo de grasas naturales se extraen de diferentes plantas y semillas, tales como el girasol, el maíz, la soya, entre muchos otros. A diferencia de las grasas animales, se cree que estos aceites, por su consistencia líquida, son saludables.

Lo cierto es que existen muchos tipos de estos aceites, los cuales poseen diferentes propiedades, por lo que entonces hay unos mucho más sanos que otros. No hay que olvidar que éstos también poseen tres tipos de ácidos grasos: saturados, monoinsaturados y poliinsaturados, así que será mejor no abusar de ellos.

Aceites-Vegetales

2. Pasta: la pasta común y corriente que compramos en el súper en sobrecitos está hecha a base de una mezcla de harina, agua, huevos y una pizca de sal. Este alimento aporta aproximadamente unas 370 kilocalorías por cada 100 gramos, siempre y cuando se coma hervida, sin condimentos.

Principalmente, la pasta aporta al organismo hidratos de carbono, nada de minerales, ni fibras. Si la cocinamos con salsas y grasas, lo único que ingerimos es chatarra, lo cual se verá reflejado al momento de subir a la báscula.
3. Pan de molde (pan cuadrado, pan lacteado, pan lactal o pan de caja) : este tipo de pan está hecho a base de harina de trigo, la cual ha sido procesada con anterioridad, mezclada con harina, un poco de sal y huevos. En las últimas décadas ha tenido gran aceptación debido a que es un producto muy rendidor y el cual puede durar en casa varios días, sin necesidad de consumirlo.

Sin embargo, el pan blanco en realidad es mucho menos nutritivo que el pan que se venden en la panadería. Debido a que el trigo no se encuentra en estado puro, no hay aporte de vitaminas, ni fibras, y al ser fácil de digerir, puede haber en el organismo descompensaciones de azúcar e insulina.


4. Sopa de sobre: por cuestiones de tiempos, muchas personas optan por comprar este tipo de sopas que venden en los supermercados, las cuales suelen ser atractivas por sus combinaciones y sobre todo, por el tiempo que uno se ahorra al prepararlas.

El problema está en que todos sus ingredientes están deshidratados y aunque no son muy altas en grasas, contienen pocas vitaminas y minerales, sus niveles de sodio son muy altos y el exceso de sal puede provocar diversos daños en nuestro sistema.
5. Cátsup: esta salsa de tomate es ideal para acompañar cierto tipo de alimentos, como papas fritas, hamburguesas, hot dogs, entre muchos otros; su uso es tan popular que no falta en ninguna alacena.

Aunque el ingrediente principal de la cátsup como ya dijimos es el jitomate, también está hecha con cebolla, hierbas, especias, vinagre y un alto contenido de azúcar. Aunque no se le considera un alimento dañino, por sus componentes, será mejor que las personas con gastritis se abstengan de consumirla, al igual que las personas diabéticas por los azúcares. Además, es un alimento altamente calórico, pues 100 gramos de esta salsa aporta 100 calorías.


6. Refrescos de dieta: las personas que intentan seguir una alimentación balanceada, por lo general, sustituyen las bebidas muy azucaradas por refrescos de dieta, según porque éstos no contienen la misma cantidad de calorías que uno normal.

Según dietas.com, todo esto es un engaño, pues diversos estudios han comprobado que este tipo de sodas tienen altos niveles de sodio, algo que la gente desconoce y por el simple hecho de pensar que son dietéticas, aumentan su ingesta, sin saber que en realidad provocarán, a la larga, un aumento de peso.

 

7. Queso en rebanadas: el queso natural es un derivado lácteo, por lo que dependiendo de su tipo, contendrá bajos o altos índices de grasa, así que para alguien que quiere bajar de peso, es uno de los alimentos que se recomienda consumir muy pocas veces.

Uno de los quesos que está prohibido perentoriamente cuando te sometes a una dieta es el llamado queso en rebanadas o también, queso tipo americano, pues en realidad no se trata de un producto natural, sino más bien es el resultado de un procedimiento industrial en donde se combinan una serie de ingredientes para su creación, lo cual incluye altas cantidades de distintos tipos de grasas, así como de sal.
 
8. Salsa de soya: Este tipo de condimento, originalmente se produce al fermentar las semillas de la soya con unos hongos llamados Aspergillus oryzae, y es el acompañamiento ideal para el arroz o platillos orientales, como el sushi.

El problema radica en que la soya que encontramos en las tiendas de autoservicio deriva de un proceso químico, al cual se le integran diversos químicos que según estudios, aumentan los riesgos de padecer cáncer y causar defectos genéticos, además de contener altos índices de sal.

 

9. Cacahuates: Son considerados como frutos secos, un grupo de alimentos cuyo consumo es altamente recomendable, pues son muy energéticos, ricos en grasas naturales, proteínas, vitaminas, ácidos grasos y fibras.

El problema de los cacahuates radica en que podemos encontrarlos en distintas presentaciones: fritos, con sal, con chile, entre muchas otras, ingredientes extras que eliminan todos sus beneficios. Lo que se recomienda es consumir algunos días de la semana un puñado de este fruto de forma natural.


10. Jugos envasados: un error que comete la mayoría de las personas, es ingerir jugos de frutas en lugar de agua para saciar la sed, pues al ser producto de algo natural creen que es más saludable.

Esto es un tremendo error, ya que al prepararlos, hay quienes agregan grandes cantidades de azúcar y los cuelan, por lo que no se consume la pulpa, el ingrediente que pose la fibra necesaria para poder bajar de peso. Aquí lo más recomendable es comer un buen plato de frutas y pensar beber un jugo ocasionalmente.


Twitter del autor:  @lucia_mtz93

http://de10.com.mx/

Fuente:  Ecoosfera

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