"¿Ves esa estrella?"
"¿Te refieres a ese rojo brillante?", Pregunta su hija en cambio
"Sí, puede que ya no esté allí. Puede que ya se haya ido, explotado o algo así. Su luz todavía está cruzando el espacio, acaba de llegar a nuestros ojos ahora. Pero no lo vemos como es, lo vemos como estaba."
Muchas personas experimentan una conmovedora sensación de asombro cuando se enfrentan por primera vez a esta simple verdad. ¿Por qué? ¿Por qué debería ser tan convincente?. Las inmensas distancias a las estrellas y las galaxias significan que vemos todo en el pasado. Algunas como eran antes de que la tierra viniera a ser. Los telescopios son máquinas del tiempo.
Hace mucho tiempo, cuando una galaxia temprana comenzó a arrojar luz a la oscuridad circundante, ningún testigo pudo haberlo sabido miles de millones de años después. Algunos grupos remotos de roca y metal, hielo y moléculas orgánicas se unirían para formar un lugar que llamamos tierra. Y seguramente nadie podría haber imaginado que la vida surgiría, y los seres pensantes evolucionarían, quienes un día capturarían una fracción de esa luz y tratarían de descifrar qué los envió en su camino.
Podemos reconocer aquí una deficiencia, en algunas circunstancias graves, en nuestra capacidad de entender el mundo. Característicamente, queramos o no parecemos obligados a proyectar nuestra propia naturaleza en la naturaleza. El hombre en su arrogancia se cree una gran obra digna de la interposición de una deidad. Darwin escribió en su cuaderno, más humilde, y creo que es más cierto que nos consideremos creados desde animales.
Somos como el último Johnny; vivimos en el barrio lejano cósmico; salimos de los microbios en el estiércol; Los simios son nuestros primos; nuestros pensamientos no son totalmente nuestros y, además de eso, estamos arruinando nuestro planeta y convirtiéndonos en un peligro para nosotros mismos.
La trampilla debajo de nuestros pies se abre. Nos encontramos en una caída libre sin fondo. Estamos perdidos en una gran oscuridad y no hay nadie para enviar un grupo de búsqueda. Dada una realidad tan dura, por supuesto nos inclinamos a cerrar los ojos y pretender que estamos a salvo y cómodos en casa, que la caída es solo un mal sueño. Si se necesita un pequeño mito y ritual para llevarnos a través de una noche que parece interminable, ¿quién de nosotros no puede simpatizar y comprender?
Anhelamos estar aquí para un propósito. Aunque, a pesar de mucho autoengaño, ninguno es evidente. La importancia de nuestras vidas y nuestro frágil planeta está determinada por nuestra propia sabiduría y coraje. Somos los custodios del significado de la vida. Anhelamos que los padres nos cuiden, que nos perdonen nuestros errores, que nos salven de nuestros errores infantiles. Pero el conocimiento es preferible a la ignorancia. Mejor, por supuesto, abrazar la cruda realidad que una fábula tranquilizadora.
La ciencia moderna ha sido un viaje a lo desconocido, con una lección de humildad esperando en cada parada. Nuestras intuiciones de sentido común pueden confundirse. Nuestras preferencias no cuentan. No vivimos en un marco de referencia privilegiado. Si anhelamos algún propósito cósmico, busquemos un objetivo digno.
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