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Publicado por El Rincón de la Ciencia, Tecnología y el Conocimiento en Jueves, 21 de julio de 2016

FRASES DE CIENCIA

martes, 22 de noviembre de 2011

Somos una comunidad andante de bacterias

bacterias olfato
La idea puede parecer extraña. Después de todo, estamos acostumbrados a pensar en las bacterias, esos invisibles, microscópicos vecinos con quienes compartimos el planeta, como fuente sólo de enfermedades o de descomposición de los alimentos. O, en todo caso, como el último eslabón en el ciclo natural por el que la materia orgánica de los cadáveres regresa a formar parte del suelo.


Pero las bacterias son mucho más antiguas que nosotros. Estuvieron aquí en un principio, cuando no había ningún otro ser vivo sobre el entonces joven planeta. Sin duda los primeros organismos eran primitivas bacterias, con células de tipo procarionte: simples, sin un núcleo definido por una membrana, con su material genético en contacto directo con el citoplasma. En el origen fueron las bacterias... o sus ancestros.

Y es que, a su vez, las bacterias son nuestros ancestros. De nosotros los eucariontes, plantas, animales, hongos y ese quinto reino en que se agrupa a los organismos que no caben en los otros cuatro: los protistas.

La historia es simple. A lo largo de años, siglos, milenios y millones de años, las bacterias han venido creciendo, dividiéndose y multiplicándose. En este proceso también han cambiado. Evolución significa cambio. El azar de la mutación y el rigor de la supervivencia las han obligado a adaptarse a los ambientes más variados.

En algún momento de esta larga historia evolutiva, la competencia dejó de ser el único recurso, y la colaboración entró en escena. Quizá fue un accidente, quizá un intento fallido de conquista; lo cierto es que hoy las células eucariontes tienen en su interior lo que parecen ser antiguas bacterias. Entraron, se adaptaron y se quedaron a vivir ahí dentro, en lo más íntimo de nuestro ser. Hoy son los cloroplastos que permiten a las plantas fabricar sus alimentos con la energía solar y las mitocondrias que nos permiten a todos los eucariontes oxidar esos alimentos con ayuda del oxígeno. No podemos vivir sin nuestras bacterias.

¿Y cuál era esa antigua célula que fue colonizada por ellas? Quizá se haya tratado de una clase distinta de organismo, también procarionte, del tipo de las antes llamadas arqueobacterias y hoy clasificadas en su propio reino: el de los arquea. Un arquea pareceuna bacteria, pero evolutivamente es más similar a los eucariontes.

De modo que bacterias y arquea, ambos procariontes, colaborando en una complicada simbiosis, dieron origen a las células eucariontes. Quizá, entonces, puede decirse que todos somos bacterias: nuestros ancestros eran células procariontes.
En todo caso, somos bacterias muy evolucionadas.


Somos una comunidad andante de bacterias




Stephen Jay Gould dice en su libro La grandeza de la vida: la expansión de la excelencia de Platón a Darwin que, en realidad, los animales considerados más complejos hemos llegado tan tarde a la existencia comparados con las bacterias que, en lugar de reino animal, deberíamos hablar del reino de las bacterias. El lo dice, no sé si en serio o en broma, pero en realidad nosotros todavía tenemos que demostrar que existimos, vamos, que somos algo en comparación con ellas. Estaban aquí miles de millones de años antes que nosotros, fueron las precursoras de la vida y de nosotros mismos. El hecho de que sean microscópicas, invisibles para nosotros, no puede hacernos ignorar que su existencia se prolonga desde hace 3.850 millones de años, mientras que la de nuestra especie, sólo 200.000 años. Una magnitud que no resiste la comparación, sobre todo si, además, pensamos que forman parte de nosotros, que nos constituyen esencialmente. «Somos la última gota de la última ola del inmenso océano cósmico», solía repetir Gould.

Tanto es así, que la mejor manera de definir a los humanos es recordar que somos comunidades andantes de bacterias. Fue un momento crucial de la historia de la vida cuando, hace aproximadamente 2.500 millones de años, las bacterias se unieron entre sí para formar células complejas y esas cé lulas complejas formaron parte de nosotros. «Estamos hechos de bacterias unidas las unas a las otras».

BACTERIAS SOMOS Y EN BACTERIAS NOS...

¿Será verdad que en mi boca hay más bacterias que habitantes en Nueva York? A Betsy D. Dyer, profesora de Biología del Wheaton College de Massachusetts, no le cabe la menor duda y afirma que «sobre la Tierra existen más bacterias que cualquier otro tipo de organismo, realizando funciones muy diversas».

Desde el punto de vista estético no resulta particularmente estimulante considerarse un conglomerado de bacterias. Sin embargo sí resulta fascinante desde la perspectiva científica. ¿Somos realmente bacterias, grupos de bacterias? Betsy Dyer lo expresa de una forma muy gráfica: «Sí, somos comunidades andantes de bacterias en el mismo sentido en el que los pájaros son una comunidad de bacterias voladoras, ya que nosotros mismos estamos hechos de esas bacterias simbióticas originales que se unieron».

Dyer califica de crucial este momento, hace 2.500 millones de años, en el que, según la teoría endosimbiótica popularizada por Lynn Margulis, las bacterias se unieron para formar células. ¿Cómo pudo ocurrir? ¿Por qué? Una de las hipótesis más interesantes que se barajan ahora mismo acerca de cómo sucedió es que la temperatura de la Tierra era todavía muy elevada. La actividad tectónica era enorme: volcanes y fuentes de agua caliente configuraban un impresionante escenario. 

«Las primeras bacterias fueron bacterias de fuentes de agua caliente y, si en la actualidad quisiéramos tener una idea de cómo era aquella primera bacteria de las fuentes termales, podemos ir de vacaciones a Hot Springs, en Arkansas, y conocer un ambiente similar».

Un ambiente que entonces, hace aproximadamente 4.000 millones de años, era el único existente, y que hoy «sobrevive» en algunos lugares del planeta. Esto me hace pensar en la posibilidad de realizar una especie de arqueología bacteriana, de buscar los orígenes de la vida observando los restos de comunidades de bacterias. Posibilidad que se amplía según Betsy Dyer, puesto que además «las bacterias llevan consigo, en su secuencia de ADN, su historia. Y mucho de lo que hemos logrado entender sobre su evolución está contenido en su información genética».

Hace muchos años que el hombre busca entre los fósiles las huellas de su pasado más remoto, pero hasta hace muy poco no se había planteado la posibilidad de rastrear entre los restos arqueológicos de los microorganismos y poder así retroceder en el tiempo miles de millones de años hasta casi tocar los orígenes de la vida.

Es esta una arqueología en la que el tamaño del objeto de estudio está alrededor de las milésimas de milímetro, lo que dificulta enormemente el estudio de los restos fósiles en su hábitat natural. La microscopía electrónica de barrido por dispersión hace posible que, sin romper la configuración original del objeto se pueda acceder no sólo a las formas externas, sino también a la composición de sus elementos internos; pero aun así, y en el mejor de los casos, ¿cómo saber que lo que estamos observando son realmente las huellas de un ser vivo y no simples restos minerales?

Fragmento tomado del Libro de Eduardo Punset: "Por qué somos como somos"


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